miércoles, mayo 12, 2004

Mi vida con ella...

Una vez quise expresar con palabras lo mucho que la quería. Y pensé y pensé y decidí no pensar, sólo sentir, y sentí que la quería tanto tanto que no me cabía en el corazón, que me lo rebasaba. Y así se lo dije. Y sus ojos me sonrieron y me abrazó.

Mi madre es para mi la mujer más especial sobre la tierra, más fuerte, más valiente y más buena que he conocido jamás. Somos cuatro hermanas y cuando yo tenía 6 años empezó la pesadilla. Una gangrena gaseosa en el estómago. Sobrevivió, milagrosamente según nos decían los médicos, y de hecho todavía la llaman el milagrito, estuvo en coma mucho tiempo y los médicos nos dijeron que se moría que no se podía hacer nada. De hecho estuvo clínicamente muerta y tuvo esa experiencia que relata mucha gente de felicidad absoluta, de no importarle nada, ni pensar en sus cuatro hijas o en su marido, sólo en los colores tan bellos que veía en la habitación gris del hospital, la luz potente que venía hacia ella. Cuando todavía era una niña, me encontraba muchas veces a mi hermana mayor llorando. Me decía que tenía miedo a morirse, y yo la tranquilizaba diciendo que no se tenía que preocupar, que la mama lo sabía, que veías colores bonitos y no te acordabas de nadie. Desde entonces nunca he tenido miedo a la muerte, al menos a la mía, aunque sí al dolor.

Durante todos estos años ha pasado por muchísimas operaciones, cada vez cortando intestino, cada vez saliendo adelante. A veces me cuesta contar las ocasiones que se ha saltado a la torera las leyes de la ciencia, que cuando los médicos decían que no saldría adelante por las complicaciones que tenía que cada vez eran mayores, incomprensiblemente lo hacía. Aguantaba y aguanta como una jabata el dolor. Además se preocupa como nadie por quiénes la rodean anteponiendo muchas veces la felicidad de los demás a la suya propia. Siento un orgullo y una alegría tan grande de ser su hija.

Pero estoy contenta porque ella sabe lo mucho que la quiero, que la queremos las cuatro, porque se lo decimos constantemente. De hecho un poquito más tarde la llamaré para decírselo también por teléfono que hace días que no la llamo para eso. De siempre he capitaneado una causa, a veces pérdida, de intentar que la gente se diga más que se quiere, que nunca queden cosas por decir. No me sirve el “si ya lo sabe, aunque no se lo diga”, “nunca lo he hecho, pensará que me he vuelto loc@” Confirmar con palabras lo que sientes por una persona va muy bien para las dos partes y es más fácil de lo que parece. Igual para mi me ha resultado más sencillo porque siempre he tenido una espada de Damocles colgando de la cabeza, lo cerca que he estado muchas veces de perderla. Tampoco me sirve el “amaos los unos a los otros” porque hay gente que no se merece ser depositaria de nuestro amor, creo más en "si amas realmente, dilo" .

Uiissss todavía no he hablado de trenes??? Pues nada que cuando éramos pequeñas y viajábamos los seis en el tren para ir a Barcelona, mis hermanas y yo cantábamos canciones y es que entonces se podía fumar en los vagones y no había hilo musical. “Todos, todos me miran maaalll, salvo los ciegos es naaaatuuuraaalll, a la gente le gusta que…”

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