martes, julio 27, 2004

Azul y negro...

Este fin de semana ha tenido de todo y hasta ahora no he podido escribir, para no ver sólo tristeza y poder pintar matices varios, con la serenidad que da la lejanía, con las reconfortantes voces de que todo está en calma y sin el dolor de estómago que hasta hace poco tenía... aunque el ojo me sigue temblando.

El sábado encontré los tirantes que cuando mi padre estaba en el hospital le compré porque ya no podría llevar cinturón por la bolsa que le pusieron en la primera operación (un ano artificial) en la barriga y otra vez vinieron los recuerdos de esperanza fallida. No los pudo estrenar y allí estaban. Lloré como una niña pequeña y me abracé a mi madre y ella me contaba que no nos podíamos imaginar lo triste que ella estaba y lo muchísimo que lo echaba de menos, el esfuerzo que le suponía reír y las lágrimas que se tragaba. Intenté hacerla comprender que no se lo podía tragar, que petaría por algún lado, que nos tenía que decir cuando se sentía mal y sacarlo fuera. Sigue saltando por cosas que antes no saltaba y sus cambios de humor... Cuando el ambiente está bien todo es genial, pero basta muy poco para que todo se desestabilice... Se pasa muy rápido de los momentos geniales a situaciones raras, a rabia y duele ver que todas las partes tienen sus razones y poder hacer bien poco para que esos momentos malos pasen. Impotencia es la palabra y no creo que exista todavía una potente viagra para el alma.

Luego me leí su libreta y las poesías y escritos que hace y me volvía a entristecer, para luego volver a sonreír al ver el vestido con sus zapatos y todo que le ha hecho a una muñeca de porcelana de cuando ella era pequeña. Ratos buenos, ratos malos y la desagradable sensación de no poder estar cada día con ellas. De no poder hacer un alto en el camino y pasar más fines de semana enteros allí. Mi madre no me lo permitiría... Tú tienes tu vida... me dice siempre. Pero mi vida son ellas. No he conseguido, ni creo que quiera conseguir, hacer caso a la psicóloga e intentar ser feliz por mi propia felicidad. No quiero sencillamente, porque ellas forman parte de mi y si no las veo bien, no estoy bien. Ya lo seré al cien por cien cuando las vea un poco mejor.

Ahora tengo la seguridad de que mi madre tiene una depresión apocalíptica, que necesita ayuda, que nosotras no la podemos ayudar, que tendría que acudir a un profesional, con el que se pudiera desahogar sin temor de ponerle triste, que pudiera sacar la rabia que todavía lleva dentro, la tristeza que no quiere volcar en nosotras. Hablaré con ella cuando estemos a solas, a ver que piensa.

He comido con ellas y era todo un poco tenso. Hace poco he vuelto a hablar con ellas y estaban todas bien. Las oía contentas. Al poco se me ha ido el dolor de estómago, aunque el ojo me sigue temblando.

C., A. y S. qué fuertes son... Cuánto las llego a querer. Mi madre... cuánto dolor son los efectos colaterales de haber querido tanto. Cúanto la quiero.

Entre las buenas noticias de hoy también está el que mi hermana C. se haya lanzado a la blogosfera. Ha sido una sorpresa muy bonita que también me ha alegrado la tarde. Es la mayor y como muy bien dice ella, la más pequeña o la que mejor se conserva (seamos sinceros) que nunca jamás aciertan con el posicionamiento real de edad de las sisters.

Hoy he asistido a un curso de Mac Os X . Mañana acaba, menos mal. Como me siga temblando el ojo voy a tener serios problemas con el profesor. A ver si se va a pensar que le estoy guiñando un ojo, por si las moscas miraré fijamente la pantalla que nos han colocado en la sala de juntas.