martes, julio 20, 2004

Lo venden en Marruecos?...

A los 10 años yo ya lo tenía claro y así se lo dije a mis padres: “Yo no me voy a casar. Yo me juntaré…”. Eran los recién estrenados ochenta y eso no era lo habitual, al menos en mi entorno en aquella época. Mis padres no me dijeron nada. En el instituto seguía pensando lo mismo. Mis amigas no conseguían convencerme. No, no que yo me juntaré, que no me caso. Veía un engorro el disfraz, la pantomima, el papeleo. Creía que existía mucho más compromiso para una pareja el amor, cariño y respeto mutuo que unos papeles que te hacían prometer estar allí en los malos y en los buenos momentos. Veía un aire de responsabilidad y confianza en el arrejuntamiento que no me inspiraba la institución del matrimonio.

Mi padre nunca me dijo que hiciera lo contrario a lo que yo veía justo y cuando llegó el momento convencí a J. y a su familia para un rejuntamiento. Él sí que se quería casar, pero al final no lo hicimos. Jaira winssss. Cuando mi padre estaba en el hospital, decidimos que nos casaríamos en cuantito saliese de allí. Nuestra luna de miel sería una viaje con ellos por Asturias. Cuando hablábamos de la boda a mi padre se le iluminaban los ojos, hacía planes y estaba feliz y contento. Mi madre me decía que aunque nunca me dijese nada, le hacía mucha ilusión llevar a su hija al altar y celebrar la boda. No pudo ser. Después de esto no quería oír hablar de bodas ni en sueños. Sólo con pensar que él no estaría allí con la ilusión que le hacía me ponía triste, muy triste.

Este año daré el paso. Extrañamente a lo que yo pensaba, ni los preparativos ni toda la parafernalia que se tiene que preparar, me están resultando duros. Al contrario, estoy muy tranquila, hasta contenta. Una rara sensación de felicidad que me acompaña en todas las fases de preparación. Me da la sensación de que mi padre me infunde su alegría que no deja que me hunda, ni que me vengan pensamientos tristes. Mi madre está muy contenta, entusiasmada y muchas veces la organización de todo este cotarro la hace evadirse de la tristeza y el dolor. Mi padre no estará, pero sí mi madre y mis hermanas y sé que él también. Aunque no le consiga ver, estará allí.

Estoy disfrutando con las pruebas del vestido, con la elección del menú, he disfrutado con el diseño de las invitaciones y que vendrán de Asturias, de Burgos y hasta mis amigos de Holanda. El hecho de pasar a ser una mujer casada me hace verme como mayor. Le decía a Lara Norris el otro día en el videoclub: “¿Tú me ves casada? Seré como más mayor. Ais nooo seré igual…” Y empecé a saltar detrás del mostrador al ritmo de la música. De nuevo un cliente me pilló in fraganti. Acabé el salto que estaba dando y para no deterneme en seco di botes más pequeños. Cuando se fue me dijo Norris: “Anda, después de tres años es la primera vez que veo sonreír a este socio”.

Una vez que haya dado el paso, igual hasta me atrevo con otro papeleo importante EL CARNÉ DE CONDUCIR… Aunque pensándolo mejor le puedo pedir a
la Teki que me deje su taxi, me dé unas clases prácticas por algún polígono y me voy a Marruecos a comprarlo. ¿Será cierto que lo venden?