miércoles, diciembre 13, 2006

Intrusos…

Son las dos de la madrugada y no puedo irme a dormir. Tengo miedo y no sé cuándo podré superarlo.

Ayer a las cuatro de la madrugada estaba soñando que estaba en una pista de basket al aire libre, con más gente, corriendo en círculo y con unas monedas y unas extrañas apuestas. Mi marido ganó la partida. Me desperté sobresaltada al oír como alguien intentaba insistentemente abrir la puerta.

Siempre dejamos la llave puesta y hacía el mismo ruido que cuando estoy sola y mi marido mete la llave y se encuentra con la llave al otro lado de la cerradura. ¡¡J. despierta están entrando en casa!! De repente oigo unos puñetazos seguidos en la puerta. Oigo perfectamente cómo la aporrean. A oscuras, pensé que mi marido había salido corriendo y había aporreado la puerta para que se marcharan. Pero cuando grité su nombre y di la luz. Todavía estaba en la cama. Entonces, gracias a las piedras que bordean la entrada principal, oí perfectamente a una persona que corría hacia el jardín. Llamé a la policía y en diez minutos estaban con las linternas en la zona de la piscina. Miraron a ver si habían petado la cerradura, pero no les dio tiempo. Sólo se ven unas ralladuras cerca del paño y por la mañana comprobé unas marcas de grasa en la puerta. Solo al recordarlo me pongo a temblar. ¿Qué hubiera pasado si yo no tuviera el sueño tan ligero?¿Si hubieran entrado y comprobado que no tenemos ninguna caja fuerte con millones dentro? Si hubieran comprobado que la tele no es de plasma y que lo más valioso que hay en mi hogar ni se compra ni se puede quitar, ¿cómo hubieran reaccionado? El miedo que ahora me aterra no está en esas preguntas, sino en si lo volverán a intentar.

Quiero pensar en positivo. Hasta esta noche en el café hacíamos bromas con Lara, Sufumu, Trinity y Bailarina. Que si deja la plancha encendida en la mesita y si entran les arreas. Que mire usted señor policía a ver si puede despegar esta pestaña y comprobar el ADN que huele a churruscao. Que vamos a ver solo en casa. Que pongamos cepos y hasta nos hemos reído por un momento.

Quiero pensar en positivo, que hemos tenido suerte, que otras personas no se despiertan, que acaban en el hospital y que algunas en otros sitios peores. Pero esos pensamientos no permiten que tiemble cada vez que el aire mueve las ramas de los árboles. Se me hace difícil olvidar los ruidos de las llaves y los puños en la puerta. Ahora compraría las pastillas que vendían en Tokio ya no nos quiere y poder borrarlo de mi cerebro, pero no puedo. De momento lo único que puedo hacer es estar frente al ordenador con juegos de escape room que tan viciada me tienen últimamente y concentrarme en la contraseña que abre la puerta o en qué lugar permanece escondida la llave que me dará la victoria. Cuando el cuerpo no resista me iré a leer en la cama. Intentaré descansar el cuerpo, aunque dudo que el alma lo haga.