domingo, julio 24, 2011

Hey little girl...

Los pies cruzados en la baranda del balcón de aquel hotel de Las Ramblas. Los cascos me susurraban  una y otra vez canciones de Bruce. Por la habitación, restos de la noche anterior compartida con M. No quería que me quedara sola esta vez. Un cartón de zumo de melocotón y uva, lonchas de salami y pan de molde… Creyó que eso me gustaría. Me bebí todo el zumo, mintiendo que me encantaba, para los bocadillos que nos hicimos no tuve que fingir...

La maleta preparada, esperando a ser arrastrada de nuevo, tras una temporada inmóvil  en aquella habitación. Yo esperaba también y ellas no pudieron esperar más. Se escaparon todas de golpe, tan saladas y húmedas, nublando mi vista y surcando mi cara. Sin una mueca, ajena a ellas que iban bajando como minúsculos ríos, independientes totalmente a mi voluntad.
Cuatro horas de espera fueron suficientes. Recogí mi maleta y mis lágrimas y abandonamos juntas el lugar.

22 años después solo me viene esa época a la mente cuando vuelvo a escuchar a Bruce y de la tristeza infinita que sentí en aquellos momentos, ya no queda ni una sombra. Solo una anécdota de juventud. El tiempo pone las cosas en su sitio real, aunque en los momentos en que lo estás viviendo te creas que no podrás nunca poder verlo de otro modo y realmente no es así. Habla la voz de la experiencia.


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